5 nov 2011

Primer Café Filosófico en Zaragoza. SOBRE EL PENSAR Y LA VIDA._

Hola a todas y todos!
La primera sesión de los cafés filosóficos fue ayer un éxito! Gracias a Xayide, Violeta, Serbal, Miguel, Nino, Mari Carmen, Mª José, Raquel, Manuel, Raquel, Jairo y Javier! Espero que disfrutaseis tanto como yo de la experiencia.
Lo que comenzó como una introducción a los cafés, preguntándonos el por qué del interés y la actualidad de la filosofía, pronto se transformó en un diálogo dinámico, agradable y polémico que transformó el espacio en el que nos encontrábamos en un verdadero lugar de la palabra y el pensar en común. 
Creo que lo más interesante fue ver cómo poco a poco las barreras que nos ponemos a la hora de comunicarnos iban cayendo, casi sin dificultad, conforme nos fuimos adentrando en el tema que ayer tomó por sí mismo el protagonismo: la pregunta por la vida, y por supuesto, cómo vivir.
Además otra incógnita nos hizo esbozar desde diferentes perspectivas un gran tema para comenzar: el pensar. Me sorprendió gratamente comprobar lo que el diálogo entre todas y todos aportó a la pregunta por el pensamiento a partir de una cita de S.L.Petit "pensar es peligroso, pero eso no es lo relevante. Ponerse en situación de peligro abre la puerta al pensamiento. Eso sí que es lo decisivo". Así algunas de las aportaciones trataron acerca de nuestro miedo a pensar, el miedo al riesgo que implica, pues pensar implica responsabilidad además de que siempre surgen más y más preguntas, con lo que pensar supone a veces un esfuerzo que algunos quizá quieran evitar; también provoca sufrimiento, porque nos obliga a tratar ciertas cosas que pueden no ser agradables ni positivas, sin embargo también se hizo incapié en el placer que también nos puede producir (pensar), puesto que no importa tanto a dónde llegamos sino el proceso mismo del pensamiento, creo que fue Manuel quien dijo "el placer también está en el camino". Serbal no se quedó atrás, y añadía que él pensaba ante todo sobre lo que le hacía sentirse en peligro, y muy lúcido ;) sentenció: "Cuando la realidad se colapsa, emerge el pensamiento". Otra aportación si cabe aún más interesante trató acerca de cómo el transmitir el pensamiento es un "exponerse al Otro" (el otro que juzga, que nos cuestiona), un ponerse en riesgo que este pensar entre todos nos obliga a crear un lugar compartido donde los que nos encontramos allí establecemos una especie de pacto, donde ya no nos tratamos como enemigos sino que establecemos la posibilidad de las alianzas. A este respecto, se trataría de alguna forma de reconocer las propias carencias, lo que nos permite abrirnos y escuchar de verdad a los otros/as.

Al preguntarnos por unos breves momentos, cada uno para sí mismo, acerca de la vida, de cómo podríamos definirla (sin remitir a la muerte), y de cómo vivirla, la discusión ya cogió un ritmo mucho más espontáneo (¿empezábamos a encontrarnos entre amigos?). Comenzó Nino comentando que para él había una metáfora que podía describirlo bien: un arco en tensión en el que a un lado estaría "lo que quieres y deseas" y al otro extremo estarían "las circunstancias", eso que impide o potencia las posibilidades. la pregunta por el sentido de la vida surgió aquí por primera vez, pero ya no nos dejó en lo que quedaba de sesión. Hubo argumentaciones a favor y en contra por un lado de la vida como un juego del azar, en la que todo es casualidad (Heidegger preguntaría ¿Por qué el Ser, y no la Nada?), y por otro lado de la vida como una red de causas y efectos. Mª José apeló aquí a la contradicción que de hecho es el ser humano, y añadió que para ella la vida es un continuo proceso de aprendizaje, un camino. Sara nos advirtió la diferencia que ella encontraba, la distancia radical entre VIDA y SER, decía que "ser" es algo muy cerrado, estático y que no se corresponde en nada con la vida (más tarde, tras el café, seguimos charlando ya alrededor de unas cañas en un bar cercano, y llegamos hasta aquí: "la vida no es, la vida es siendo). Sara, aún junto al té de la tarde, nos decía que la vida era un perseverar en la búsqueda de sentido, y que para ella no lo tendría sin los "lazos de amor" que la unían a sus familiares, amigos, casa, pueblo...). También Mari Carmen afirmó el amor como sentido de vida, sobre todo hacia la pareja y los hijos, que implican también responsabilidad. Pero antes incluso que el amor, se afirmó la libertad como valor vital de primera categoría. Javier hizo un análisis de la vida muy claro: "empieza, pasa, se acaba", el sentido de la vida sería algo a parte, la vida no tiene por qué ser una obra maestra; él afirmó el valor tanto de los sentimientos y pensamientos negativos como positivos, y apostó porque son muchas pequeñas cosas las que juegan en ese "sentido", que por supuesto no se puede tratar de un sentido finalístico ni de alcanzar un objetivo final. Jairo afirmaba que el sentido de la vida se juega cada día, en la pasión por lo que se hace, "si no hay amor por la vida, llega el aburrimiento, la depresión", y se aceptó en conjunto que lo negativo ha de afrontarse en la vida para que esta tenga un significado más completo y complejo. La última aportación fue "sólo porque pienso, puedo ser feliz", introduciendo así la pregunta por la posibilidad de la felicidad y anclándola a la realidad del pensamiento.
Las 20:08 eran, el diálogo estaba más que animado e interesante, pero el tiempo se nos había escurrido entre los dedos y tuvimos que dejarlo aquí (hasta el bar, claro).

Para la próxima sesión, que acordamos sería "Autoconocimiento y felicidad, ¿posibles? ¿deseables?" (hacemos una sesión para los dos temas y así incluimos el tema de la muerte en el programa a petición del grupo), propuse dos películas para ilustrar y problematizar el tema: Hacia rutas salvajes, y Conversaciones con mi jardinero. 

Desde aquí os invito a todas y a todos a volver (además las galletas os gustaron mucho, eh?) e invito igualmente a todas y todos los que se sientan afines a estas cuestiones y tengan ganas de participar.
Cuantos más, mejor.

¿Por qué un Café Filosófico?

Lo primero que es necesario preguntarse es de qué demonios estamos hablando cuando hablamos de filosofía. Existen mil maneras diferentes de ver entender qué es la filosofía.  Una de ellas, la que se deduce de su etimología, es “amor a la sabiduría”. Sin embargo hoy el concepto de sabiduría ha quedado más bien obsoleto, por lo que se hace necesaria una reformulación que se adecue a nuestra actualidad. Teniendo en cuenta que no podemos conocerlo todo, esta revisión de la sabiduría pasa por entender que el mundo en que vivimos no podemos comprenderlo por completo. La figura del sabio hace años que ha desaparecido y en su lugar quedamos nosotras y nosotros, personas de carne y hueso que tropiezan, se equivocan y se preguntan constantemente cómo vivir bien y qué sentido puede tener nuestro día a día. Quizá se hace pertinente rescatar la diferencia entre sabios e ignorantes que proponía Sócrates, según la cual, el sabio es aquel que sabe que no sabe, mientras que los ignorantes somos aquellos que pensamos que sabemos (cuando no es así).

Es aquí donde encontramos precisamente la actualidad de la filosofía, su emergencia, en la necesidad de una reflexión coherente y global sobre la vida. Se pueden pensar muchas cosas de muchas maneras, podemos preguntarnos acerca del amor, de la muerte, del trabajo, de la relación con los otros, de la responsabilidad, del egoísmo, de la guerra, del consumo, de la tecnología, de la amistad, de la familia, de las aspiraciones, del cambio y de mil cosas más. Pero preguntemos lo que preguntemos, hay una pregunta que subyace a todas estas, una pregunta siempre en marcha, siempre activa, a veces inconsciente, pero que funciona siempre. La llevamos a cuestas al trabajo, al cine, al tomar algo con amigos, e incluso a la cama cuando el día parece que ya se ha acabado. Es la pregunta por la vida.
Por qué vivir, cómo vivir. Esta pregunta recorre la historia de los seres humanos, podría decirse que es una pregunta universal que cada cultura y cada individuo han tratado siempre de responder. Las respuestas, claro está, son infinitas. Podrían existir tantas respuestas como personas, incluso podrían existir aún más, puesto que nosotros cambiamos nuestras convicciones a menudo (no somos coherentes, ni tenemos que serlo). Entonces, no se trata de buscar una respuesta, como si alcanzando la respuesta correcta, la verdad, fuésemos a ser libres de turbaciones y de problemas, esto es imposible, puesto que la condición humana es este “habérselas” con la vida en toda su complejidad y contradicción. Si no buscamos ya respuestas, quizás lo que debamos hacer sea volver a cuestionarnos cómo respondemos nosotros (a la vida).
Este “volver a las preguntas” nos coloca en un lugar privilegiado, a saber, poner en apenas dos horas el mundo en suspenso, dejando a un lado, en la puerta, lo que traemos con nosotras y nosotros sin cuestionarnos, y en el diálogo que vamos a crear entre todas y todos podremos volver a plantear las preguntas como si nunca las hubiésemos contestado, poniéndonos nosotras y nosotros mismos en cuestión a la hora de bucear en estas preguntas. Poner en cuestión el mundo, la realidad, y también, sobre todo, a nosotras y nosotros mismos. Quizás la filosofía práctica sea ese movimiento que lo pone todo en suspenso por un momento y nos permite reformular las preguntas y con ello resituarnos en la vida.

¿Por qué acompañar a la filosofía con un café? Precisamente para acercar la filosofía al lugar que realmente le corresponde, que no son las aulas. Porque la filosofía tiene que ver con estar en el mundo, y este mundo no es sino estar con los otros. El mundo común que compartimos se nos aparece siempre con otros que son extraños, de la misma forma que también somos extraños para nosotros mismos. El diálogo interminable con el mundo y nuestro tiempo ha de respetar y celebrar la diferencia (si todos fuésemos realmente iguales no habría motivos para la acción ni para el discurso), y esta tarea ha de ser adscrita a la misma forma del pensamiento.
 La filosofía no puede ser sólo teoría, tiene que ir más allá, tiene que estar íntimamente ligada con la acción, con la vida real. Ya Marx decía aquello de “los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, de lo que se trata es de transformarlo”. Entonces de lo que se trata es de que esta búsqueda de significado, este pensar en común, además de intensificar y cuestionar nuestro saber individual, ha de tener una implicación el la vida, ha de transformar nuestro modo de vivir. Lo que hacía Platón con sus discípulos alrededor de una mesa con poca comida y mucho vino (aguado), pensando acerca del amor y de la justicia, aquí lo haremos alrededor de un té y unas pastas dialogando sobre temas que son de ayer, de hoy y de siempre, pero eso sí, no sólo se trata de hablar, no se trata de meras opiniones, sino que la fuerza motriz de estos diálogos es por decirlo así la pregunta por la vida, una pregunta donde teoría y praxis han de ir de la mano.